Nuevo orden, para más desorden?

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El reciente acercamiento entre Donald Trump ( Sr. Trompeta para los amigos ) y Vladimir Putin  ( Sr. hijo de Putin para los enemigos ), ha generado un gran revuelo en la arena internacional. Este inesperado giro en la política exterior de Estados Unidos ha llevado a muchos a preguntarnos , cómo podría afectar al equilibrio de poder global, y a la paz  en un mundo ya de po sí desequilibrado.

En el mundo de la política, hemos visto alianzas sorprendentes, pero ninguna tan peculiar como la relación entre Donald Trump y Vladimir Putin. Este dúo dinámico y diabólico,  nos ha dejado a muchos rascándonos la cabeza y preguntándonos si estamos viendo una película de comedia romántica o un drama político.

Desde el primer encuentro, fue evidente que había una chispa entre ellos. Trump, con su característico peinado y su bronceado inconfundible, y Putin, con su mirada de acero y su habilidad para montar a caballo sin camisa, parecían destinados a ser amigos.  Amor, a primera vista?

Imaginemos por un momento cómo sería un día típico en la vida de estos, » dos burros hartos de potaje nuclear». Trump, con su característico peinado y su bronceado, se despierta temprano en la Casa Blanca. Mientras tanto, en el Kremlin, Putin se levanta después de una intensa sesión de judo y monta a caballo por la estepa rusa. ¡Qué contraste!

Un día, Trump decide llamar a Putin para invitarlo a una partida de golf en uno de sus campos de lujo. Putin, siempre dispuesto a probar cosas nuevas, acepta la invitación. Así que, ahí los tenemos, dos de los pataletos más poderosos del mundo, jugando al golf y discutiendo sobre política internacional entre hoyos.

Durante la partida, Trump no puede evitar hacer algunos comentarios graciosos. «Vlad, ¿alguna vez has pensado en abrir un campo de golf en Siberia? Podríamos llamarlo ‘Putin’s Paradise'». Putin, con su habitual seriedad, responde: «Donald, prefiero los deportes más extremos, como el judo y la pesca en hielo».

Después de la partida de golf, deciden ir a cenar a un restaurante de lujo. Trump, conocido por su amor por la comida rápida, sugiere pedir hamburguesas y papas fritas. Putin, por otro lado, propone un banquete de caviar y vodka. Al final, optan por una combinación de ambos, creando un menú único y extravagante.

La cena transcurre entre risas y anécdotas. Trump cuenta historias sobre sus días en el mundo de los negocios, mientras que Putin comparte sus aventuras en la KGB. A pesar de sus diferencias, encuentran un terreno común en su amor por el poder dictatorial y la grandeza.

En resumen, el acercamiento entre Donald Trump y Vladimir Putin es una historia que nos recuerda que, incluso en el mundo de la política, puede haber espacio para la amistad y el humor. Y quién sabe, tal vez algún día veamos una película basada en su relación, con un título como «Dos presidentes y un destino».

 

No existe bestia en el mundo más peligrosa que un pataleto con poder.